Rumoroso y rumiante coxis de nieve gris; kundalini de terso rebuje detrás de los espejos manchados. Tanto tantra y mantra unidos en un todo casiopeo y voluminoso, tanto canto suelto por el suelo de barro y el cuerpo desarmado. Volví del límite raigal de los dioses y caí pútridamente sobre tu almohada de lúmenes para volverme virgen de vos y de tus calibres mansos. Saliste de la hebra verde, en donde culmina el sol su bucle de sonidos legendarios, para llegar hasta el interior de mis partes derruidas en bosque y calles dulcísimas del olor a noverdes a noazules, invertebrados… Y me estás curando los mundos desencontrados para partir la flor enhiesta aquí, en mi pedregal de manzanos oscuros, y volverla pintura de limón, cajita de paraguas, cocina de abedules, madre en el eterno remiendo de los párpados dolidos. Y me estás mostrando el gozne para partirte también los colores y enterrarte dentro mío como suma cuenta de descarrilados barquitos rojos…
(Sueño ahora con que camines unos pasos y me eches a volar)